La verdad es que no tenemos palabras para describir los muchos mensajes que recibimos de vosotros cada semana, animándonos a continuar con nuestros artículos del blog y dándonos ideas muy interesantes, a las que, por supuesto, intentamos dar cabida siempre que podemos.
No sabéis lo agradecidos que estamos por vuestro apoyo incondicional. ¡¡¡Sois lo más de lo más!!! 🙂
Para nuestro artículo de hoy, hemos seleccionado uno de los temas que nos habéis sugerido, en concreto Érika, de Caracas, sobre las difíciles decisiones que tenemos que tomar a menudo los actores. Ella nos contaba la situación de cuando tiene que decidir entre dos proyectos y la elección no siempre acaba resultando la más adecuada.
Veamos…
¿Existe una fórmula que nos diga qué decisión es la más adecuada?
Por desgracia, no.
El mundo sería mucho más sencillo si las decisiones fueran algo matemático, ¿verdad?, pero no es así.
Dicho esto… ¿Qué podemos hacer para intentar elegir lo más apropiado?
- Hacer una lista de pros y contras no es siempre la mejor opción:
Al menos, a la hora de decidirte por algo. Las listas sirven -y mucho- para poner en orden tus ideas, pensar en todas las consecuencias a corto y largo plazo que podrían acarrearte ambas opciones, o plasmar una lluvia de ideas sobre los motivos que tendrías para decantarte por una cosa o la otra.
Sin embargo, es mejor que no valores ni puntúes lo que escribas en esa lista, puesto que no todas esas ideas tienen la misma importancia. Gerd Gigerenzer, experto neurocientífico, dice que «tomamos mejores decisiones si tenemos en cuenta un buen argumento que si contemplamos diez no tan buenos«. Es decir, que a veces la razón “porque es lo que me gusta” o “porque me encuentro muy a gusto trabajando con ellos” puede ser más potente que un buen puñado de otras razones.
- Tener una visión muy clara de lo que quieres como actor:
Lo que quieres es trabajar, sí, pero, ¿cómo?, ¿en qué tipo de trabajo?, ¿dedicando cuánto tiempo?, ¿por cuánto dinero?…
Habrá quien prefiera algo menos rentable a cambio de estar a gusto y disponer de mayor estabilidad laboral, y quien prefiera trabajos mejor remunerados, aunque le hagan estar lejos de casa o con horarios difíciles; algunos prefieren trabajar con gente que ya conocen y otros prefieren arriesgarse y probar proyectos nuevos; unos prefieren buscar trabajo y otros crearlo.
Te proponemos que visualices cómo te ves trabajando de aquí a unos años. Si tienes una visión muy clara, inconscientemente, a la hora de decidir, siempre escogerás la opción que se acerque más a ella.
- No dejes las decisiones para después:
Es normal que necesites un tiempo para pensar o valorar tus opciones con la cabeza, pero retrasarlo mucho por miedo a tomar la decisión equivocada puede a su vez traerte nuevos problemas. Te lo explicamos con ejemplos:
Los productores de ese proyecto necesitan saber a qué atenerse y puede que no estés dando muy buena impresión; cuando finalmente decides apuntarte a ese curso ya están todas las plazas cubiertas…
Ante algunas situaciones, tienes miedo a quedar mal y al final, por de tanto esperar, quedas aún peor.
Además, el dar mil vueltas sobre lo mismo consigue que ese asunto te bloquee y te produzca un estrés que, como por magia, desaparece en el momento que tomas una decisión.
- Ante la duda, confía en tu intuición.
Y si la intuición tampoco te llama, decide al azar. Si llegas a este punto es porque todas tus opciones son igualmente válidas:
¿Continúo o lo dejo? ¿Acepto o no? ¿Este proyecto o el otro?
Eso sí, cuando hayas elegido, tendrás que aceptar las consecuencias, buenas o malas, predecibles o no, de esa decisión.
Y esto nos lleva al punto siguiente:
“¡Tomé la decisión equivocada!”
Espera un momento… Lo primero: ¿Quién te dice que realmente tomaste una decisión equivocada? La opción B, la que descartaste, a lo mejor te podía haber salido igual o peor que la opción A, la que elegiste. O puede que ahora te parezca mejor, a corto plazo, pero hubiera tenido consecuencias en tu futuro.
…O a lo mejor no. ¿Quién sabe?
Es muy fácil caer en la tentación de pensar: “Soy tonto, tenía que haber hecho lo otro”. Claro, ahora ya te sabes la historia y es muy fácil opinar. La opción que elegiste tuvo unas consecuencias, y ahora has aprendido de ellas. Por consiguiente, ahora tienes más información, más cartas sobre la mesa y crees que decidirías mejor. Pero no te confundas:
El momento de decidir no es ahora, sino que fue antes. Y decidiste lo que te pareció mejor en base a “las cartas” que tenías.
No poseías la información de la que dispones ahora. ¿Cómo ibas a predecir el futuro? ¿Cómo ibas a saber que te iban a llamar para algo mejor y que lo tendrías que descartar porque ya te habías comprometido con este proyecto? ¿Cómo ibas a saber que tan buen trabajo te podría generar tanto estrés? ¿O que te ocasionaría problemas con ese compañero?
En conclusión…
Ni nos podemos dividir en dos, ni somos adivinos.
Por tanto, elige de la manera que creas más adecuada, sé consecuente con esa decisión y… ¡a tirar para adelante!
Tras leer este artículo, ¿te surge alguna reflexión? ¿Qué decisiones difíciles has tenido o estás teniendo que tomar? Quizá quieras compartir este artículo y dejar un comentario en las redes para que otros actores te den su opinión… o quizá prefieras comentarnos todas tus dudas y tener una sesión de Orientación Artística personalizada con nosotros. Up to you! 😉